La humanidad, como conciencia colectiva y unión infinita de nuestro creador, busca la conexión divina para regresar a vivir una vida sencilla y tranquila. Esa divina parte de Dios, el universo infinito, como el Tao, quiere que alcancemos sabiduría para vivir una vida con infinita bondad que nos lleva siempre a estar presentes con nuestro interior, y lograr ser uno con todos.

Esto no se refiere a que la sabiduría la encontremos en cualquier parte, o cualquier estudio. El ser humano puede tener un diploma muy elegante de una universidad, pero esto en verdad no implica que automáticamente posea conocimiento o sabiduría.

El hombre más sencillo y noble que vive en la calle, podría ser más sabio porque en su interior ha logrado descubrir su verdadera naturaleza y ha aprendido la valiosa lección de apreciar la sencillez de la vida.

Reflexionemos, el conocimiento no es malo en sí mismo, a medida que vamos evolucionando vamos entendiendo que el conocimiento tiene su propia procreación.

Entre más aprendemos, más queda por aprender. En realidad, no hay sabiduría que pueda entrar en esto, por lo que el conocimiento que excede nuestra capacidad cerebral disminuye nuestra misma capacidad para manejarlo con sabiduría.

Seguimos deseando ciegamente y egoístamente a conseguir ciertas etiquetas porque pensamos que estas cosas nos definen como seres humanos, nuestro creador quiere que avancemos, que nos liberemos del apego a tantas cosas, que siempre actuemos de buena voluntad entre todos, con compasión y fe, evitando el egoísmo y controlando nuestros deseos y así poder ofrecer el mayor bien haciendo menos, porque ya en este estado, estamos viviendo con sinceridad desde nuestros corazones.