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Todos como seres humanos tenemos un hambre biológica de ser, esta sed es el principio del deseo que nos lleva al estrés y nos aparta más del equilibrio que todos buscamos para vivir una vida más tranquila, porque entre más deseamos y aunque los deseos nos aseguren frutos y ganancias, terminan siendo perjudiciales.

Dios, el universo infinito, como el Tao, quiere que encontremos paz y reconozcamos que no somos más importantes que cualquier otro ser humano en esta tierra.

Que siempre trabajemos con alegría incluso hasta con las tareas más humildes, admitiendo que todos estamos aquí solo para servir en esta hermosa humanidad, como un grandioso regalo de nuestro creador, porque después de todo, y como cocreadores de su semejanza, somos más que una entidad de apariencia humana, somos una energía transcendental y la potencia más esencial de la existencia.

Reflexionemos, en vez de enfrentarnos con nuestro mundo exterior, forzando los cambios, debemos de encontrar mucho más placer trabajando en nuestro mundo interior, nuestras mentes son mundos muy complicados como el mundo que nos rodea, por eso la magnitud de nuestro creador habita únicamente en su humildad, en una forma tan valiosa que hace que este mundo exista e impide que desaparezca, tomemos conciencia de que, sin él, no podemos existir.

Es tan grandiosa su voluntad, y su total imparcialidad hacia la autoalabanza sobre toda la creación que siempre nos inspira y nos llena con una emoción de deslumbramiento que no existen palabras para expresarlo, simplemente un agradecimiento infinito en nuestro entorno por todos los seres que existimos, gracias a su creación.